nuestros miedos desproporcionados
A veces sentimos miedos completamente desproporcionados, en donde nuestra reacción no guarda relación con la amenaza. Lo mejor es tomar conciencia, y poder verlo.
A veces sentimos miedos completamente desproporcionados, en donde nuestra reacción no guarda relación con la amenaza. Lo mejor es tomar conciencia, y poder verlo.
Cuando sentimos tanta presión por lograr objetivos (propios o socio culturales), la vida se vuelve un infierno. Somos incapaces de aprender, de disfrutar, de ser curiosos. Solo hay espacio para cumplir y conocer temporalmente una suerte de alivio que dura hasta la nueva prueba. Por suerte hay mejores maneras de vivir.
Solemos tardar muchos años en animarnos a mostrarnos como somos. Equivocadamente creemos que el costo de ocultar nuestro verdadero ser es menor que el de arriesgarnos a ser rechazados. Sin embargo, ocurre todo lo contrario. Después de décadas de sufrir, comenzamos a considerar la opción de ser quienes somos.
Nos puede tomar décadas comprender que es lo que vinimos a hacer a esta vida. Las experiencias fuertes nos marcan para siempre y condicionan y determinan nuestra vocación. Pero la vida, nunca se la comprender mirando hacia el futuro, sino solo cuando miramos para atrás
El coraje no es la ausencia de miedo sino la capacidad de trascenderlo. Si esperamos a no sentir miedo estamos esperando lo imposible, porque eso no va a pasar nunca. La diferencia está en que pese a sentirlo, podamos seguir caminando.
El mayor riesgo que podemos correr es tratar de ser alguien que no somos. Eso es débil, porque no es auténtico. Nada más potente y consistente que ser quienes somos.
El dolor de ser rechazados siempre es mucho menor que el dolor de sostener lo que no somos
Una parte nuestra nos exige, nos juzga, nos condena, nos ordena... Otra tiene que cumplir las exigencias, las órdenes, aguantarse los juicios y condenas... Y sin embargo, ambas partes somos nosotros mismos. Qué tal si ponemos a dialogar a las dos?
La competencia y la exigencia con nosotros mismos puede ser infinita. Niesztche decía que a los fantasmas había que darles la mano para que se convirtieran en duendes. Poder ver nuestros fantasmas es empezar a que dejen de condicionarnos.
Tendemos a idealizar nuestro pasado. Sin embargo, no fue tan perfecto, solo que a la distancia negamos los problemas que teníamos y pareciera que todo estaba perfecto... Curiosamente, cuando ese pasado era presente, no éramos tan felices, ni nos sentíamos tan bien...