Todos somos simuladores
Si toda la energía que utilizamos para construir y sostener el personaje que deseamos, la utilizáramos para indagar quiénes en verdad somos, otra sería nuestra vida.
Si toda la energía que utilizamos para construir y sostener el personaje que deseamos, la utilizáramos para indagar quiénes en verdad somos, otra sería nuestra vida.
Todos tenemos importantes áreas oscuras. Cuanto antes lo aceptemos, más chances tendremos de conocer cuáles son, y que nuestra vida crezca en paz y sentido.
Es muy difícil tener una relación de intimidad y conexión con una persona sin ser capaz de mostrarse tal cual uno es.
¿Creo en lo que hago? Y si no creo; ¿por qué lo hago?
Como no tuvimos amor, buscamos reconocimiento. Pero es un sustituto muy pobre y que encima, cuesta carísimo. Mejor aprender a vivir de otra manera.
La paz y alegría no se pueden comprar. Dependen de un corazón sano, capaz de escuchar la verdad y vivir en consonancia con ella.
La vida es como un océano inconmensurable. Pero con frecuencia nuestros miedos y falsas ideas nos llevan a llenar un balde con agua salada y quedarnos a vivir ahí. Una vida segura, pero muy pobre.
Muchas veces somos como hologramas. Estamos presentes formalmente, pero por nuestras historias de vida somos incapaces de poner el cuerpo, y mucho menos el alma. Estamos tan ocupados en sobrevivir que no podemos contener a nadie.
Desde la más tierna infancia, nadie recibe todo el amor que necesitaría. Los mecanismos adaptativos que desarrollamos para sobrevivir en aquél entonces, son los mismos que nos enfermarán y aislarán cuando seamos grandes.
Si con frecuencia no expresamos lo que sentimos o creemos por temor a generar una ruptura en el otro, estamos creando las condiciones para una enorme ruptura que tarde o temprano ocurrirá. Donde no es posible ir realizando pequeños ajustes, es probable que después ocurran todos juntos, de la peor manera.