Secretos inconfesables de un niño
Lo que realmente quiere nuestro corazón es simple y accesible. Pero la educación y la cultura nos alejan de nuestra verdad interior. Y toma muchos años sacarse de encima los falsos objetivos.
Lo que realmente quiere nuestro corazón es simple y accesible. Pero la educación y la cultura nos alejan de nuestra verdad interior. Y toma muchos años sacarse de encima los falsos objetivos.
¿Qué es ser buen alumno? ¿Sacarse buenas notas en materias que otros eligieron por nosotros? ¿O averiguar cuáles son las materias que nos gustan y defenderlas a toda costa para poder seguirlas?
Nos pasamos la vida pretendiendo estar en un lugar distinto al que estamos. En otras circunstancias. En otra actividad. Con otras personas.
A veces tardamos mucho, muchísimo en darnos cuenta de ciertas verdades. Porque es difícil, porque los sentimientos y emociones impiden ver con claridad, o porque no nos conviene. Pero aunque tome mucho tiempo, la vida finalmente nos confronta con ella para que hagamos uso de nuestra libertad y elijamos, cómo queremos vivir.
Por lo general, el mayor obstáculo a nuestro crecimiento somos nosotros mismos. Nuestras equivocadas ideas y exigencias acerca de cómo debieran ser las cosas. Extractos de una entrevista a Paul Auster en la revista Noticias (10 de noviembre 2012), que me parecieron reveladores.
El amor puede ser arrasador. Destruir nuestra vida tal como la conocíamos hasta que irrumpió. Y sin embargo, esa catástrofe puede ser el principio del aprendizaje de vivir, despertando a una vida más madura, mejor. Mucho mejor.
Competir por el afecto no tiene sentido. Es agotador, y aún si uno lo logra, en realidad obtiene reconocimiento, pero no afecto genuino. Y uno puede pasarse la vida tratando de subir la escalera que está apoyada en la pared equivocada. Es mejor averiguar quién es uno y dejarlo ser. Tratar de ser la persona que los demás admirarían no tiene sentido, no lleva a ningún lado.
Si lo único que importan son los resultados, va a haber que acostumbrarse a estar muy incómodo con uno mismo. Siempre exigido, siempre con una posible y catastrófica derrota a la vuelta de la esquina. Si le damos lugar a lo que somos, podremos descubrir muchas cosas interesantes, y crecer.
No podemos controlar lo que sentimos. Simplemente ocurre. Lo que sí podemos, es decidir qué hacer con lo que sentimos. En el caso del miedo, ese inseparable compañero del hombre, hay que evaluar si es razonable y nos está protegiendo de un riesgo real, o si como es por lo general, solo nos condiciona y acota, limitando nuestra vida.
Las catástrofes personales pueden ser la oportunidad a empezar a vivir. Nuestra vida, no la que nos programaron. Y si bien la frontera entre libertad y destino es misteriosa e incierta, siempre hay grandes margenes de ir tallando nuestra vida.