La Ansiedad
Solemos vivir con altos niveles de ansiedad. Y nuestros esfuerzos por reducirla pueden incrementarla, ya que terminan siendo otra obligación más a cumplir en el día. ¿Qué hacer?
Solemos vivir con altos niveles de ansiedad. Y nuestros esfuerzos por reducirla pueden incrementarla, ya que terminan siendo otra obligación más a cumplir en el día. ¿Qué hacer?
Solo cuando asumimos nuestra impotencia y nuestro fracaso, la vida puede ingresar en nuestro corazón y empezar a modelarlo.
Tratamos de brillar a cualquier precio, con la esperanza que nos admiren, nos quieran. Pero aún en caso de lograrlo, nos sirve de poco. Rápidamente percibimos que es un mal sustituto de lo que verdaderamente anhelábamos: ser amados por lo que somos, y no por lo que logramos.
El enamoramiento puede ser fatal. Puede destruir la vida tal como la conocíamos. Y no tiene gama intermedia: del máximo gozo al máximo sufrimiento en cuestión de instantes.
La vida puede ser como un barril sin fondo, en donde nada nos alcanza. Y sin embargo, nos estamos muriendo de hambre en medio de un banquete.
En algún sentido, todos somos adictos. Todos somos esclavos. Para liberarnos, tenemos que soltar las cosas que nos llevaron a enfermarnos. Desprendernos puede ser desgarrador, pero vale la pena. Si uno quiere ser libre, tiene que estar dispuesto a entregar todo. Y si bien nada es blanco o negro, cuanto más cosas sostiene uno, más infeliz es. Cuánto más soltamos, más libertad.
La vocación siempre se termina expresando. Uno podrá darle menos o más lugar, pero siempre saldrá a la luz. El destino es inevitable. Pelear contra él, solo sirve para enterarse y ratificar que eso que nos pasó, era lo único que podía pasar.