No te cambies
Por lo general, nuestro deseo de cambio surge de la intolerancia con nosotros mismos, con nuestros defectos, limitaciones, errores. Y eso nunca resulta. El único cambio verdadero no se fuerza. Sucede.
Por lo general, nuestro deseo de cambio surge de la intolerancia con nosotros mismos, con nuestros defectos, limitaciones, errores. Y eso nunca resulta. El único cambio verdadero no se fuerza. Sucede.
¿Mentimos para evitarle un mal al otro? ¿O para evitarnos un problema a nosotros mismos?
La etimología de adicción es no poder decir. ¿Cómo no vamos a ser adictos cuando no podemos sacar lo que tanto no hiere, nos frustra, nos duele? Poder decir lo que nos pasa es sanador. Nos saca de nuestro aislamiento para integrarnos nuevamente al universo. La palabra puede ser redentora.
Estamos convencidos que somos buenos. Que estamos más allá del mal. Esos problemas tendrán los demás, no nosotros. Condición ideal para destruirnos.
¿Cuál es el límite entre querer y poder? ¿Qué es lo que podemos cambiar y qué lo que debemos aceptar? ¿Y qué se hace con lo que está entre esos dos extremos?
La vocación siempre se termina expresando. Uno podrá darle menos o más lugar, pero siempre saldrá a la luz. El destino es inevitable. Pelear contra él, solo sirve para enterarse y ratificar que eso que nos pasó, era lo único que podía pasar.