«¿ Y por qué estás acá?, preguntó el terapeuta.
«-Tuve un infarto», fue la fastidiada respuesta de Jerónimo.
«- Eso ya lo sé. Te preguntaba por las razones que te llevaron a infartarte…»
La aguda re pregunta del profesional lo descolocó. Minutos antes, había estado el cardiólogo, dando todas las recomendaciones de rigor: comer sano, hacer ejercicio, no estresarse. Todos conceptos tan criteriosos como difíciles de ser implementados.
Jerónimo había escuchado todo el sermón de lugares comunes, sin ser capaz de imaginar por donde encontrar una salida a su vida. «No estresarse» era un recomendación inteligente; pero ¿quién podía llevarla a cabo? O mejor aún; ¿cómo hacerlo? Él no tenía la más pálida idea.
Mientras miraba todos los cables que estaban conectados a su cuerpo, y con la sensibilidad que le generaba estar en un cuarto de terapia intensiva, se puso a indagar las razones que lo habrían llevado a infartarse.
Que le pasara durante un partido de fútbol era un asunto menor. El hecho que hubiera forzado a su cuerpo más de la cuenta parecía un tema secundario.
El núcleo del problema era que su vida se había convertido en un desierto.
La relación con su esposa era un vínculo por inercia. Y siendo extremadamente sincero, por conveniencia. Divorciarse era muy costoso. Hacía 20 años que estaban juntos, por lo que no tenía mayor sentido separarse. ¿Acaso iría a descubrir al amor de su vida justo ahora? Esos eran planteos de adolescentes e inmaduros. La gente adulta no esperaba mucho del matrimonio, por lo cual no quedaba más que aguantar y seguir para adelante.
Él no quería dividir su patrimonio ni mucho menos ocuparse de los hijos y la casa. Ella, en cambio, tenía pánico de no poder pagar las cuentas.
No por nada, la obra de teatro «no seré feliz pero tengo marido» era un éxito de taquilla. Millones de mujeres se sentían identificadas con la situación.
En el medio de estas reflexiones Jerónimo se preguntó qué lugar quedaba para el amor. El desolador silencio que se generó en su interior lo angustió, ratificando que en su pareja no existía.
Su trabajo no estaba en una situación mejor. La relación con sus dos socios se había desgastado. No había confianza y cada uno hacía la suya. Todos miraban para otro lado, como en sus matrimonios, para poder seguir adelante. No existía margen para disquisiciones filosóficas. Se ganaba dinero y punto. ¿Alguien podía ser tan inmaduro de hacer planteos vocacionales o de principios? La experiencia imponía una mirada realista de la vida, que devenía en un pragmatismo sin vitalidad.
Un impulso interior cuestionó si la espontaneidad, la ingenuidad, la frescura, tendrían alguna cabida. ¿La experiencia era sinónimo de certezas? ¿Qué lugar quedaba para lo vital? Otro gran silencio interno confirmó el desastre que era su vida.
Mientras estaba sumido en estas cavilaciones, el terapeuta preguntó:
«- ¿Sentís que vivís tu vida, o es la realidad la que te vive a vos?»
Jerónimo se sentía como un boxeador que está recibiendo una paliza. Sin poder enunciar una palabra, escuchó otra pregunta que a esta altura parecía una daga.
«- ¿Tenés paz y alegría?»
La interpelación parecía casi morbosa. ¿Qué carajo serían la paz y la alegría? Incapaz de contestar, se dio cuenta que su problema no eran las preguntas del profesional, sino las eventuales respuestas que tenía para darle. Registrar el desastre que era su existencia, lo angustió.
Entre resignado y sarcástico, decidió contraatacar. «- ¿Y cómo se logran la paz y la alegría?»
«- Desde luego, no es algo que uno pueda comprar», dijo el terapeuta sin inmutarse.
«-¿Y de qué dependen?», insistió Jerónimo con más cinismo que curiosidad.
«- La paz y la alegría son consecuencia de un corazón sano, capaz de escuchar la verdad», contestó el profesional con tranquilidad. Y agregó: «- Son el resultado de elegir vivir en consonancia con la verdad».
Jerónimo se puso serio. Se sintió demasiado tocado como para continuar haciendo preguntas retóricas y cínicas. Por otra parte, si estaba perdiendo por goleada; ¿por qué no buscar la forma de salir de aquél laberinto, en vez de burlarse de quien estaba tratando de ayudarlo?
«- Sin verdad la gente elige armar su propia telenovela. Pero eso es muy agotador porque requiere un esfuerzo permanente para sostener lo que no es. Y también es sumamente doloroso, porque en el fondo siempre sabemos que eso sostenido artificialmente, caerá tan pronto nos aflojemos. Ese miedo a que se caiga todo lo que estamos manteniendo con tanto esfuerzo, y esa obligación de sostener, resultan devastadores para el alma.»
Jerónimo estaba en un silencio profundo. ¿Cómo hacer para arreglar su vida? ¿Decirle a su mujer que eso no era un matrimonio sino un acuerdo por conveniencia? ¿Cómo reparar la relación con sus socios, aquel vínculo por interés en el que no existía la confianza? Se dio cuenta de los niveles de soledad que tenía su vida. Se preguntó si habría una sola persona en la que él pudiera confiar. Ante la falta de respuesta, tuvo que asumir que estaba realmente solo. Lo peor de todo era que él mismo era el arquitecto de aquella soledad.
El terapeuta, como adivinando lo que estaba pensando, fue más a fondo. «-El problema principal del corazón nunca es la dieta o el estrés, sino la soledad y el aislamiento al que lo sometemos. Y esto, obviamente, no es un alegato a favor de la comida chatarra o del sedentarismo. Pero lo que enferma y mata a las personas son las malas decisiones que toman, que las llevan a estar desgarradoramente aisladas.»
Jerónimo se sentía en carne viva, deseando que aquél hombre mayor le dijera cómo arreglar el lío en el que se encontraba.
«- Lo que un corazón enfermo necesita son puentes. Pero no solo esos by pass que restablecen la irrigación del músculo cardíaco al que no le llega sangre por obstrucciones arteriales. Necesita puentes que lo saquen de su aislamiento, de su soledad. Personas con las cuales poder encontrarse, confiar, abrirse. Aunque sea una sola», completó el terapeuta. «¿- Usted siente que puede confiar en su esposa, que puede hablar con ella a fondo?, preguntó.
Ante la mirada resignada de Jerónimo, comprendió que eso no era posible. «-¿Tiene alguna persona con la cual usted pueda hablar de todo lo que siente, lo que le pasa? ¿Alguien con quien poder poner su corazón en la mesa, abrirse plenamente?», consultó con delicadeza.
Los ojos de Jerónimo llenos de lágrimas eran toda la respuesta.
Con una enorme empatía, el terapeuta se dispuso a dar su diagnóstico y prescripción final. «-Bueno, ya sabemos porqué usted se infartó. Ahora lo que necesitamos es que elija vivir en la verdad. Hasta acá se la pasó negociando. Su vida son todos acuerdos. Pero eso es algo muy pobre. Usted necesita ir dejando atrás la conveniencia para poder conocer lo que es el encuentro. Tener comunión con las personas. Ese es el único y verdadero alimento que necesita el corazón.»
El terapeuta le agarró fuerte la mano durante unos instantes, lo miró con ternura y esperanza, y se fue a ayudar a otro paciente. Después de todo, las enfermedades cardíacas siempre eran un problema del corazón.
Artículo de Juan Tonelli: Maniatado.
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la verdad es q si no hay problemas no sentis q estas vivo .
Te parece Mary? Yo preferiría no tenerlos… Pero también he aprendido que atrás de ellos siempre está mi crecimiento. Un abrazo
Ohi muchas veces decir,que el hombre es el unico que tropieza dos veces con la misma piedra..claridad y calidad de pensamiento hacen.falta ante la advercidad para resolver del mejor modo situaciones tan complejas como las de Jeronimo.impactante y conmovedor el rlato.muy bueno!!!
Muchas gracias Shinia ! Besos
Me gusto mucho el relato!!!, te quiero aclarar, que hay gente que para cada solución, tiene un problema…….beso!!
Y sí Liliana, la neurosis es infinita. Aparte, nos da miedo no tener tantos problemas, ser felices. Desconfiamos, pensamos que algo malo nos pasará, que no puede ser… Un beso
que buen relato ¡¡¡¡¡ me siento muy identificada con una etapa de mi vida aunque tuve la suerte de no llegar al infarto…es real hay que construir puentes que nos lleven a conectarnos con el corazon del otro…pero resulta sumamente dificil..creo a esta altura que casi imposible… gracias ¡¡¡¡¡
Imposible no, Malala. Solo necesitamos dejar de ver fantasías y poder ver a los demás como son y a nosotros como somos. Y desde ahí, encontrar algunas personas con las que conectar con veracidad… Todo llega. 🙂
casualidad? que increible … todo llega cuando uno lo necesita…. gracias millll…… necesito encontrar la comunion con los otros!!!!!! urgente!!!! gracias
Hola Marcela, ojalá que ayude un poquito en algo… Un abrazo!
Hermoso y triste relato Juan. Pero pienso, cuántos Jerónimos hay que no llegan a un terapeuta y que se dejan consumir por el aislamiento? Yo creo que mucha responsabilidad hay en lo que la sociedad nos hizo creer a través de mandatos familiares acerca de lo «conveniente» para una vida «próspera» y ninca nos hablaron y enseñaron a crear puentes, lazos sanos que nos ayuden a crecer como personas. Yo hago terapia hace 8 años y mi psicólogo está cada vez más sorprendido de mi personalidad. Una vez me preguntó cómo hice para sobrevivir con la familia que tengo y yo le contesté que » algo» dentro de mí me decía que yo iba a lograr lo que me propusiese. Y así fue, luego supe que ese » algo» para mí es Dios, que vive en mi corazón.. viví mucha violencia desde muy chica y hoy en día no puedo ni siquiera protestar contra alguien que me perjudicó en cosas cotidianas porque trato de ponerme en su lugar y entender qué le habrá pasado para reaccionar asi. Tengo la iniciativa de crear puentes muy fácilmente con gente del trabajo, del gimnasio, de la calle. Nunca pude lograrlo con mi familia. A pesar de eso, agradesco a la vida las amigas que tengo, son la familia que elegí, la pareja que tengo es el Amor de mi vida y Dios hizo posible que estemos juntos. Me gusta mi vida, trato de ayudar al que puedo y se deja ayudar, uso palabras amables, soy respetuosa en especial cpn los adultos mayores y siempre estoy bien predispuesta a ofrecer una sonrisa amable. Yo pedí ayuda cuando estuve muy mal y ahora quiero ayudar a que otros como Jerónimo, se encuentren consigo mismos. Puedo decir que soy feliz con lo que tengo y con quienes tengo en mi vida. Se necesita creer mucho en uno mismo, en limpiar el corazón y el alma para que puedan entrar nuevas y buenas personas, experiencias, situaciones y sentimientos. Al renovarnos desde adentro, se refleja en el afuera. Besos.
Muy buena reflexión Betty, muchas gracias!
es mejor darse cuenta que los problemas son una ayuda para la tranquilidad del alma y no tomarse como una gran pared: puedo asegurar que cuando subes esa pared por muy alta que sea, entre mas alta cuando logres subirla o destruirla deberás sentirás que así como fue de intensa la prueba la recompensar igual.
por otro lado en ese proceso muchas veces se pretende encontrar lo que queremos pero en realidad hallamos lo que realmente necesitamos…
lo peor en estos casos es que acostumbra a las respuestas automáticas ente las cosas que se nos presentan. lo ideal es salir de la caja y entender las cosas por cuanto son y no lo que imaginamos o lo que se quiera ver o escuchar…
y bueno, es un buen relato.
no se tiene porque ser otro solo para agradar la convivencia, lo importante es ser uno mismo en sus virtudes y vicios y es así como se puede alcanzar lo que se pueda aspirar. por pensar en lo que no somos no se llega a lo que merecemos…
Lo importante es darse cuenta de lo que nos sucede. Saludos
Así es César…. Un abrazo
Hola Juan, terrible relato, y lamentablemente me veo muy identificada con Jeronimo….Ojala vuelva a encontrar la paz y la alegria….
Saludos!
Después de haberlo leído la conclusión es prefiero no conocer la alegría con tal de no hacer daño a los que estuvieron junto amo por tanto tiempo
Qué dilema difícil Mary… Un abrazo grande
Me gustó mucho la nota. Yo estoy pasando por una situación algo parecida: 10 años de convivencia, 2 hijos. Él se enamora de otra, lo oculta durante un año… lo intentamos, no funciona. Terminamos de mutuo acuerdo. Un mes después no lo acepta más, quiere «recuperarme». Le digo que no, que es definitivo, que ya no da para más la relación. Insiste, no se quiere ir de la casa. Dice que les estoy haciendo un trauma (a los nenes) por mi negativa a «seguir juntos pensando en ellos». Nada me parece más triste que eso… Es cierto que la mujer en general, al menos en mi caso, tiene miedo por la cuestión económica. Pero yo no me quedaría por esa razón. Por ahora vivimos juntos (hace 9 meses de la separación). Dormimos en habitaciones separadas y apenas hablamos. La idea es irme apenas pueda a alquilar, ya que él no quiere dejarme la casa «porque no puede concebir que duerma con otro en la misma habitación en la que dormía con él». Creo que hay mucha violencia psicológica de su parte. Idiota yo darme cuenta tan tarde, pero creo que nunca es tarde para empezar. Como dije antes, nada me parece más triste que quedarse al lado de alguien que no te quiere. Saludos!
Muy bien vos, Mariana! A veces el camino se hace largo, pero vale la pena transitarlo. Abrazo enorme!