Todos somos Caín y Abel
Competir por el afecto no tiene sentido. Es agotador, y aún si uno lo logra, en realidad obtiene reconocimiento, pero no afecto genuino. Y uno puede pasarse la vida tratando de subir la escalera que está apoyada en la pared equivocada. Es mejor averiguar quién es uno y dejarlo ser. Tratar de ser la persona que los demás admirarían no tiene sentido, no lleva a ningún lado.