Vivimos planificando, como si la vida fuera una autopista asfaltada y previsible. La realidad es otra cosa. Bien compleja e impredecible. Está bien hacer planes porque nos da perspectiva y también una tranquilidad. Pero nunca al punto de pensar que esos planes podrán ser llevados a cabo en forma minuciosa. La vida es impredecible, cambiante, incierta. Planificar es tan importante como el arte de improvisar, de ser flexible, de poder adaptarnos una realidad que siempre es sorprendente.

-“Planifico cada una de mis peleas minuciosamente. Por supuesto que el plan dura hasta que me pegan el primer puñetazo en la cara. Ahí se terminan los planes, y empieza la pelea de verdad,” decía Mohamed Ali…

-Excepcional, -dijo el discípulo. ¿Pero estás haciendo apología de la improvisación?

-Para nada, -dijo el Maestro. Solo que la planificación está sobrevalorada.

-¿Por qué?

-Estimo que la presión viene de las ciencias gerenciales. Tanta exigencia en obtener resultados fuerza a inventar lo que no existe. O sea, está muy bien pensar como alcanzar un objetivo. Pero nunca al punto de olvidar que la realidad es dinámica y también mueve.

-¿Qué querés decir con que la realidad también mueve?

-Que es como un partido de ajedrez. ¿No sería absurdo que te pida de antemano que planifiques todas las movidas que vas a hacer? ¿Cuántas podrías anticipar omitiendo que tu rival también juega, y que sus intervenciones afectan tus planes? Imaginate un plan en el que vos decidís todas tus movidas, desde la primera a la última. ¿De qué sirve tu plan, si omite que el otro también juega?¿No es ridículo? Bueno, algo así pasa actualmente en las organizaciones.

-¿Vos decís que es solo presión capitalista, por así decirlo?

-Sí. Como la incertidumbre no vende, hay que ofrecer certezas. Por supuesto que son seguridades falsas, pero todos se quedan más tranquilos.

-Es que de lo contrario no inspirás a nadie; ¿qué les dirías? ¿Hagamos un viaje de pesca a ver si embocamos algo? Así no te va a seguir nadie.

-Entonces es mejor garantizar que vamos a pescar muchos tiburones blancos, -replicó el Maestro con ironía.

-Debiera haber un lugar entre ambos extremos, ¿no?

-Creo que el juego del ajedrez es un buen ejemplo. Uno puede definir la apertura que utilizará, y si será más agresivo, más conservador, o si buscará entrar por tal o cual lado. Pero el resto, es necesario ir evaluándolo en la medida que van ocurriendo ciertos hechos.

Un destacado gurú del management decía que era necesario pensar buenos planes B, C y D, porque el plan A nunca funcionaba. Cualquiera que ha vivido sabe esto como una verdad obvia. Sin embargo, insistimos en rigurosas planificaciones que subestiman o ignoran el peso de la realidad, en niveles absurdos.

-Creo que el tema pasa por el miedo. Planificar nos tranquiliza.

-No debiéramos perder de vista que son solo elucubraciones de nuestra mente. Uno puede tener un objetivo, pero de ahí a pensar que recorremos una línea recta hasta él, implica ser poco realistas, o infantiles. Por lo general lo más rico aparece durante el camino y ni siquiera tiene que ver con el objetivo original.

-Serendipidad.

-Ahora lo llaman así. Pero existió desde siempre. Arquímides con su ya célebre “eureka”, Alexander Fleming o el mismo Pasteur. De hecho, él sostenía que el mayor descubridor de la historia era el accidente. Gran verdad y certero golpe a la vanidad humana. Pero claro, no se puede “vender” un plan así, porque los accidentes, justamente, no se planifican. Suceden. Ahí no intervenimos. Mientras estamos nosotros a cargo, no pueden ocurrir. ¿Cómo perdemos nuestra tarjeta de crédito? ¿O cómo nos olvidamos una contraseña? No podemos forzarlo, ocurren cuando no estamos prestando atención ni haciendo nada al respecto. El asunto es que muchas veces también ocurren cosas buenas, y nosotros las ignoramos porque estamos concentrados en nuestros planes e ideas.

-Sí, claro. El tema es nuestra dificultad de lidiar con la incertidumbre, -insistió el discípulo.

-Totalmente. Pero sería mucho mejor aprender a relacionarse con ella que inventarse falsas certezas.  De todas formas, el tema importante no es cómo sobrevivir a una organización –sea un empleo, una institución sin fines de lucro, o un partido político-, sino comprender cómo funciona la vida.

-¿Y cómo carajo funciona?, preguntó el discípulo entre risas.

-En primer lugar, tenemos que parar de pensar para poder empezar. Solemos quedarnos paralizados por nuestros pensamientos. Y siempre es mucho mejor calzarse unas zapatillas y empezar a caminar.

-¿Pero si no sé ni para qué lado ir, como me voy a poner a caminar?

-Por la simple razón que nunca lo vas a averiguar si te quedás quieto. Así no funcionan las cosas.

-Parece otro alegato tuyo a contramano del mundo; además de no planificar, no hay que pensar…

-Es que están sobrevalorados. Hay que hacerlos y la vida es bien distinta para alguien que reflexiona que para alguien que no lo hace. Pero hemos hecho de ellos un culto, olvidándonos que la vida es ante todo, una experiencia. Así como no se puede aprender a nadar en un aula, no se puede vivir con los planes en Powerpoint.

-Entonces me pongo en marcha aunque no sepa ni para dónde ir, -provocó el discípulo.

-A veces es bueno detenerse, evaluar y luego ponerse en marcha. Pero por lo general, el problema es que estamos paralizados esperando una claridad que nunca llega. Por el contrario, si nos pusiéramos en marcha, el mismo camino nos iría mostrando por dónde ir y por dónde no. ¿Cómo se mueve a un elefante?

-Ni idea.

-Nadie la tiene. Tal vez trayendo un ratón. O tirándole de la trompa u orejas. O pinchándolo con un clavo. Uno va probando y va viendo.

-Por ahí se enoja y te ataca…

-Es preferible a quedarnos quietos pensando obsesivamente cuál será la acción perfecta. Igual, lo importante es estar abierto a la realidad. Como en el ejemplo del ajedrez, mover y luego esperar a que mueva el otro. Ya iremos encontrando el mejor partido a lo largo del juego.

-Podemos equivocarnos.

-Vamos a equivocarnos, -corrigió el Maestro con firmeza. Cuando tenía tu edad, pese a que me gustaba mucho el ajedrez, lo evitaba por temor a perder. Me estresaba a punto tal de no querer jugar siquiera contra una máquina cuya victoria no tendría consecuencias de ningún tipo para mí. Sin embargo, mi miedo a cometer errores era tan grande que me mantenía fuera del juego, que paradójicamente, me encantaba.

-Increíble.

-Debemos aprender a estar atentos a lo que el destino nos va presentando. Escuchar nuestro corazón. Y seguir caminando en ese estado de consciencia.

-Qué difícil tener una actitud tan leve y despreocupada ante la vida.

-Qué ironía que estar ligeros de equipaje nos resulte tan difícil.

-Es que la dificultad es justamente esa; la desnudez y vulnerabilidad con la que nos deja.

-Somos bien vulnerables. Hasta las personas y los sistemas políticos más poderosos de la historia han colapsado en forma estruendosa. Y esto no es un comentario paralizante; es comprender que no debemos buscar reaseguros, porque nunca resultan.

-Lo siento tan verdadero como difícil de aceptar.

-Alguien decía que no había casualidades sino destino. Que no se encontraba sino lo que se buscaba. Y esto, siempre estaba en lo más profundo de nuestro corazón. No buscamos cualquier cosa, sino aquella cuerda que nos hace vibrar el alma. Y cuanto menos obstruyamos esa búsqueda con planes y pensamientos, más chances tenemos de ir en esa dirección y encontrar lo que anhelamos.

-Entonces no nos queda más que ir de viaje de pesca…, -dijo el discípulo entre risas y con cierta ironía.

-Y sí, porque la vida no es un plan. Es un viaje.

Artículo de Juan Tonelli: Vamos viendo.

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