María asistía a un colegio de elite, que tenía un excelente nivel de inglés. Un cuerpo de profesores con una pronunciación perfecta. Con acento británico, de Oxford. Mejor aún, digno de William Shakespeare. La carga horaria era muy exigente; cuatro días semanales de dos horas cada uno, durante diez años.
El gran problema era el sistema pedagógico; en una síntesis de esos tiempos, los esfuerzos estaban dirigidos a tener una pronunciación perfecta. Británica victoriana, inexistente en el mismísimo Reino Unido. El resto de temas que hacían a un idioma, no importaban demasiado. Por ejemplo, comprender.
Las clases transcurrían con una desproporcionada preocupación por la pronunciación. Fonética, fonética, fonética. Infinitas correcciones hasta lograr un acento perfecto. Debían hablar un inglés bien pronunciado.
¿Y si pretendían entender lo que un ocasional interlocutor quisiera contar? Eso parecía no ser muy relevante. Sólo había que pronunciar correctamente para no ser un paria, un indigno.
Cuando se presentaba la situación de tener que hablar con alguien angloparlante, la situación de María no podía ser mas desesperante; todas las energías puestas en pronunciar correctamente, dejando muy poca concentración disponible para tratar de comprender a la persona que le hablaba. Para peor, la inseguridad la llevaba a hablar mas rápido, con el propósito de simular un mejor inglés y no pudieran percibir que no hablaba tan bien.
El problema -ya grande de por si-, crecía aún mas. La excelente pronunciación hacia que el eventual interlocutor diera por sentado que ella manejaba muy bien el idioma, y por ende hablara muy rápido, sin ningún esfuerzo por hacerse entender. ¿Qué sentido tendría?
Para completar el círculo del absurdo, pese a que no comprendiera, María no podía preguntar; no fuera cosa que se dieran cuenta que su inglés no era tan bueno y por eso corriera el riesgo de ser rechazada. O sea que ni entendía ni tenía margen para buscar la forma de hacerlo.
Después de todo, comprender no era tan importante. Mejor pronunciar bien y simular que hablaba el idioma perfectamente.
Video de Juan Tonelli: Comprender no es importante.
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Muchas veces entendemos que tanto como a María, a nosotros nos preocupa más las formas que el fondo de muchas cuestiones; el simple ejemplo de la historia de hoy, nos hace profundizar mucho sobre estas cuestiones. Pensemos por un segundo cuantas cosas tratamos de aparentar, o en cuantas cosas gastamos energía, no por el hecho de que nos satisfagan a nosotros mismos, sino porque mucho más aún, no podemos quedar “excluidos”, si todos o la mayoría van hacia el norte, yo no puedo ir hacia el sur, simplemente por la sencilla razón de que: “COMPRENDER NO ES LO IMPORTANTE”. En millones de circunstancias acudimos a una gran herramienta que está al alcance de todos: “Nuestro propio silencio” es un compañero que tiene esa capacidad de envolvernos de contenernos, y de desafiarnos a conectarnos con nosotros mismos, con la naturaleza, con el todo, y especialmente, con el momento presente, tomando conciencia de que lo que llamamos realidad es un espejismo que muestra que la forma es más importante que el fondo, que el deber ser es más importante que el ser uno mismo, donde tener la razón, es más importante que ser feliz, donde nos olvidamos de lo que somos seres de luz, para convertirnos en consumidores racionales, separatistas, clasistas, racistas, en definitiva, egoístas, sin ver que la vida es una constante integración, y que nuestras actitudes tienen que poseer la capacidad de construirnos a nosotros mismos, de entender que si nos ayudamos a nosotros mismos, estaremos aportando mucha buena energía a nuestro entorno entero y a nuestro propio destino, que es el principal objetivo por el que debemos luchar. Me parece haber compartido en otras de mis conclusiones aquella frase que dice: “Se ríen de mi porque soy diferente, y yo me río de ellos porque son todos iguales”, de esto se trataría esforzarnos por los ideales de nuestra vida, usar nuestro derecho a ser sanamente egoísta, es decir, derecho a ser “nosotros” mismos, sin las máscaras, escudos, y armaduras que usamos para poder andar enfrentando los caminos sinuosos de la vida. No tiene sentido desconectarnos de nuestro verdadero ser, de quien realmente somos, para transformarnos en quienes otros querrían que fueramos, en los «deber ser» que nos han de transformar en un ser herido, que muchas veces al no darnos cuenta, vamos hiriendo a otros seres heridos, y sobre todo a “Nuestro propio ser Interior”…. “COMPRENDER NO ES LO IMPORTANTE”, “LO IMPORTANTE ES SIMPLEMENTE… “SER…” – Una vez más Gracias Juan! Abrazo
Si es importante ,la compresión!!!
Por supuesto Marta, es un título irónico…
la verdad en este momento no tengo ningún comentario