Hans había nacido en Berlín oriental en los años sesenta. Le tocó criarse y crecer con ese muro que lo separaba de la felicidad. Del otro lado, la gente era libre, y podía hacer lo que quería, desarrollarse. En cambio, de este lado todo era chatura y tristeza. El pasto siempre crece mas verde en el jardín del vecino.

Pero llegó el 9 de noviembre de 1989 y el muro cayó. Miles de berlineses orientales cruzaron sin problemas hacia la libertad. En Berlín Occidental todo sería distinto: podrían ser libres, desarrollarse, ser felices.

Dos días después y luego de beber mucha cerveza, gritar hasta quedar afónico y tener algunas novias, Hans emprendió el regreso hacia Berlín Oriental. «-De ahora en más todo será distinto», pensó. Sí?

El entusiasmo y la alegría con las que había cruzado el muro, se disiparon pronto. Más allá de la valiosa libertad, no había indicio de mejora alguna en su vida. Su familia, su novia, sus amigos, su trabajo, estaban en Berlín Oriental. Acaso estaba en el lado equivocado?

En el lado Occidental estaban las oportunidades, las esperanzas, la vida feliz. Habría que mudarse allí. Pero pensándolo bien, también estaban los efectos secundarios de la libertad.

Hans entró a su casa, y prendió el televisor mientras abría una cerveza. Mirando sin mirar la TV, reparó que Berlín Oriental se había vuelto un lugar inseguro emocionalmente. A partir de ahora, a algún vecino le podría ir muy bien y convertirse en multimillonario. O un compañero de colegio podría destacarse y ser una persona prestigiosa. Y un amigo cercano podría animarse a perseguir su sueño y lograrlo…

Un sentimiento de angustia, lo invadió. El comunismo lo había mantenido bien protegido de estos problemas que ocasiona la libertad. Antes no era posible lograr lo que soñaba, pero tampoco estaba expuesto a que personas cercanas lo consiguieran y él se sintiera desdichado. Ahora, el sistema lo expondría brutalmente a la vida.

Ser un canario en cautiverio tiene sus beneficios. No hay que procurarse la comida. No hay que protegerse de los gatos. No hay que tener ganas de conocer otros cielos.

Artículo de Juan Tonelli: Ser preso tiene sus beneficios.