En un centro de investigación de San Francisco tenían un bioterio con cobayos colocados en dos niveles; el inferior, con las jaulas a un metro y medio del piso; y el superior a una altura de dos metros.

Poco antes de comenzar una importante investigación cardiovascular, examinaron a todos los animales. Grande fue la sorpresa del equipo de científicos cuando constataron que los cobayos que vivían en el nivel inferior tenían muy buenos parámetros, en tanto que los del piso de arriba padecían hipertensión, colesterol elevado, y otros signos de enfermedad cardiovascular.

Los investigadores revisaron cuidadosamente la dieta de todos los animales sin encontrar diferencia alguna. Y por más que estudiaron el caso, no pudieron hallar ninguna causa que justificara la salud de un grupo y la enfermedad del otro.

Al no encontrar explicación alguna, decidieron invertir la ubicación de los animales, colocando abajo a los que estaban arriba, y viceversa.

Poco tiempo después los investigadores quedarían anonadados al comprobar que los cobayos que estaban abajo se habían recuperado, en tanto que los que se encontraban arriba habían enfermado.

Aquella noche, el director de los investigadores se quedó hasta muy tarde, con el afán de encontrar la respuesta al enigma. Mientras revisaba por enésima vez toda la información del caso, vio entrar a la persona encargada de la limpieza. Cuando el limpiador se dirigió al bioterio, el científico decidió seguirlo para corroborar que no les estuviera dando de comer o haciendo algo malo a los animales.

Pese a no hacerles nada malo, aquella persona era la que había ocasionado esa situación inexplicable. Cada noche, al llegar bioterio, jugaba con los animalitos del piso de abajo, en tanto nada hacía con los del piso de arriba. Estos últimos, no solo no recibían afecto, sino que percibían el gozo de sus pares del piso de abajo. Y no era que la persona encargada de la limpieza quisiera perjudicar a los animales de arriba; simplemente era un hombre de muy baja estatura, y no llegaba a las jaulas del nivel superior.

Sus caricias determinaban la salud de los animales. La ausencia de ellas, la enfermedad.

Relato del Dr. Dean Ornish, director del Preventive Medicine Research Institute.

Artículo de Juan Tonelli: Caricias sanadoras.