La vida es incertidumbre. Por más que busquemos seguridades y certezas, todo es frágil y precario. Nuestro amor, el trabajo, la salud, la vida, todo puede cambiar en la próxima hora. Solemos negar esta realidad para poder vivir sin enloquecer. Hacemos como si la incertidumbre no existiera, y gracias a eso podemos enamorarnos, tener hijos, hacer proyectos. Pero la vida siempre irrumpe para mostrarnos que es arbitraria, misteriosa, cruel y maravillosa. Frente a la incertidumbre solo nos queda aceptarla como la característica central de la vida y aprender a convivir razonablemente con ella, sin pretender controlarlo todo.
Aquí y ahora
Vivimos preocupados por el futuro, que demasiadas veces no llega a concretarse. Lo único real es el aquí y ahora. Es lo único que vivimos, lo único en lo que podemos incidir. Por estar angustiados por ese futuro (imaginario), dejamos ir el presente (real). Y cuando ese futuro se torne presente, seguramente tendrá la pobreza de algo construido con acciones débiles, llevadas a cabo por personas que estaban ausentes preocupadas por el futuro.