Hace 3 años que tengo una relación extramatrimonial. No surgió porque sí, ni porque fuera egoísta y buscara emociones.
Con mi marido tenemos 2 hijos y cuando nuestro último hijo tenía 3 meses, mi esposo me contagió una enfermedad de transmisión sexual.
Mi mundo de color de rosa se derrumbó. Lo perdoné como pude y lo dejé pasar porque tenía algo más importante que atender: mi bebé recién nacido.
Con el tiempo todo marchaba bien aunque ya nada era igual. Él se empezó a alejar emocionalmente, estaba ausente físicamente, y me agredía verbalmente en forma constante.
Yo no entendía nada! No sabía qué era lo que hacía mal. Me esforzaba en todo para que se sintiera a gusto conmigo y nada. Me sentía triste y sola compartiendo la cama y nada más.
Con un compañero de trabajo compartíamos mate, charla y risas. Me sentía feliz con este muchacho sin que hubiese algo más.
Al final le confesé que me gustaba y me sentía muy atraída por él. Le conté que estaba confundida y le pedí espacio.
Pero él me dijo que sentía lo mismo por mí hacía años, y quería ir más allá de una amistad.
A los meses descubro que mi marido se había vuelto adicto a la cocaína además de su marihuana habitual. Ya no sabía con quien convivía y que más me ocultaba.
Sentí que merecía un poco de cariño y también pensar en mí y averiguar qué era lo que quería.
Quería vivir una aventura y lo hice. Ahora llevo 3 años de esta doble vida y es una bola gigante.
Aun así no me arrepiento.
Verónica
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Toda realidad ignorada genera su propia “venganza”.
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La ilustración es de @whiterabbitarte
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