Fui hijo natural; nunca conocí a mi padre. Mi madre era una lavandera que me crió con mucho esfuerzo. Yo trabajo desde los 6 años. Mi familia fueron mis tías y primos.
Cuando cumplí 17 años una de mis tías falleció en el parto, pero su hijo la sobrevivió. Como ese bebé no tenía a nadie yo le dije a mi madre que lo adoptaría.
Con el tiempo me casé y pude armar una familia y un buen pasar como comerciante. A mi primo-hijo siempre lo crié como el hermano mayor de mis hijos propios. Por esas cosas de la vida él siguió mis pasos y yo me transformé en su padre, mentor, y jefe. Incluso físicamente era quien más se parecía a mi.
Era tal la conexión que teníamos, que contrastaba con la que tenía con mi único hijo varón: si bien lo amaba, no era como yo. Tenía mi sangre, pero nada más.
Hoy soy un adulto mayor con muchos nietos y me siento orgulloso de haber formado una gran familia. Pero me duele reconocer que mi hijo preferido, no es mi hijo.
Sergio
——
Lo que importa en un hijo es que tenga nuestros genes o el vínculo que desarrollamos?
A veces cuánto más tenemos, más nos falta.
——-
Si te gustó la historia compartila.
La ilustración es de @whiterabbitarte
Deja tu comentario